miércoles, 12 de diciembre de 2012

La consagración de la sangre adulterada


Yo le rezo a la flexibilidad de los miembros. Y al karma: esa bebida energética en formato de cisterna que se bebe por el culo.

Karma, pórtate bien con nosotros, nos esforzamos en ser buenos y a veces nos sale bien y a veces nos sale muy bien y otras bastante mal. Somos pésimos. Pero es que aún no somos cuerpos consistentes. Nuestros disfraces son masas blanditas y se articulan en base a fórmulas matemáticas. Y nos sobran carbohidratos y horas de sueño y mugre en el cerebro. Pero tenemos alma y buenas intenciones y el punto justo de misticismo en nuestro imaginario de proletariado. Trátanos con piedad e hila en nuestro eje gravitatorio una burbuja de helio y de bermudas. No somos más que polluelos escurridos, o, no sé, no somos más que harina mil veces refinada.

Sálvanos de ser competentes antes de tiempo,
Protégenos del hedor a éxito. Hemos nacido para fracasar muy alto, para mamar del pezón de un canguro macho. Hemos nacido para direccionar la frente hacia la corteza terrestre.


No deberíamos domesticar a la sangre y, sin embargo, le ponemos trabas.
Existir a base de retazos. Es lo único que la Santa Colorada ha de comprender.