domingo, 22 de septiembre de 2013

Estamos demasiado excitados para el matriarcado


decido la parálisis del devenir, 
decido el suburbio, el intra, el cordero de antaño,  las viudas casaderas.
Una cebra empitonada. Un presunto estornudo. 
las caderas disfrazadas, el pez etílico. Decidio fluorescencia. 

Amorcito, vamos a fornicar para procrear gemidos en alta frecuencia. 
Vamos a sangrar orejas. 
Grititos de hormiguita poderosa. 
El pragmatismo del amor. 
Vamos a gestionar la explosión de tímpanos. 
Vamos a producir cosquillas en los pabellones auditivos de todas las caras que veo. 
Amorcito, vamos a lamernos con la parsimonia de la respiración anciana. 

Todas las caras que veo son de color verde, rosa, azul.
Rostros eléctricos con dos peñascos. Me asomo y veo el universo. 
Nariz apetitosa de plastilina. Veo sus caras cromáticas y me hacen muchísima gracias. 
Me acerco más y veo los cráteres de la luna, los mísmisimos cráteres de la luna ¿me oyes?, 
en sus desgraciadas teces. 
Todas las caras que veo no tienen cuerpo donde apoyar sus cuellos de azúcar glas.
Se sujetan a la existencia mediante el convencimiento.

decido paradojas con dosel de seda, viernes santos, 
charcos de caspa en cabezas rapadas, bailes geométricos, 
decido animismo en zanahorias, muerte por sugestión. 
analfabetos en flor, almendras peladas por ratones. 
Decido la obesidad de mi compañero de cama. Decido futuro.

Dedico mi ombliguito a Todas Esas Entidades Que Me Hacen Daño.
Os abrazo. 
Pero oléis mal.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Artur

Me siento en este estado en el centro. Esta peligrosa armonia que parece que vaya a quebrarse con el mínimo estornudo. Soy consciente de cada bombeo de mi sangre, de mis dedos de los pies desperezándose. Soy consciente de todos los ruidos de la casa. La respiración de la niña. La nicotina bailando en los pulmones de mi madre. Los sonidos se suceden uno detrás de otro, en un orden tétrico pero necesario. Esta cuadricula me sostiene por la pelvis para que no me rompa. Es supervivencia. Tengo miedo. Un miedo leve que palpita a lo lejos como una bestia plácidamente dormida. La angustia simplemente acaricia mi tráquea con suavidad de camarada. Mi corazón late lento pero contundente. Analizo mi cuerpo para no morir. Si me descuido mi tronco se evaporará. Existo porque soy consciente. He mutado y, ahora mismo, debajo de mi piel estoy hecha de dolor.