jueves, 3 de julio de 2014

Aun todo me sobra

Ahora que casi ha llegado la paz ansiada

Yo peleo por poder coordinar mis pasos con los ciclos lunares, con el ritmo de una guitarra cubana, con el quejido dulce de las gaviotas. Todos esos temas que alivian la acidez de estómago.
Peleo por expulsar y por retener. Por oxigenar. Peleo muy concentrada, con el ceño fruncido, regando mi concienzuda asimetría.

Me he quedado sola en esta lucha contra todo lo que fluye. Me miro y estoy casi muerta, ahora que casi la paz ha llegado. Y soy feliz, y amo con calma y con el punto justo de rabia dosificada. Mis compañeros de equivocación han ido cayendo por el camino.
Solo estoy segura de una cosa: me equivoco radicalmente. Me equivoco y lo asumo y es la manera que yo he decidido para gestionarme. Me equivoco tan estrepitosamente que aun no entiendo como una maceta no se ha posado en mi cráneo por pura compasión.

Me siento indefensa ante tantas oleadas de expresividad. Tanta estimulación. Todo expresa, todo exhala, todo tiene algo que decir. Me siento expuesta a una cantidad ingente de información emocional.
Y es que además he sido una niña buena. Muy buena. Hasta los ocho años rezaba cada noche y siempre he cuidado mi aspecto físico. Y me he cagado en todo, que en cierta manera también en eso consiste ser buena.

Estoy lejísimos de mí misma, ahogada en un una masa de verbos reflexivos en primera persona.