sábado, 25 de abril de 2015

Dios te salve, María

Me dispongo a deshacer el nudo de esta corbata cósmica.
Y sucede que se me amarra al cuello como una garrapata
y, por supuesto, como todo ser humano ante su desgracia,
me pregunto por qué.

Tengo una especie de maldición muy rara.
Cuando nací vino una bruja y me dijo al oido
que tendría un fuego en el estómago
que a veces me abrasaría cada fibra de mi cuerpo minúsculo:
de la puntita de mi meñique sin uña
hasta el rizo más puntiagudo de mi cabeza ovalada.

Me dijo, también, que un cuchillo sostendría mi eje,
y sobre un cuchillo daría vueltas.
Es por eso que cada vez que respiro mis costillas se parten en pedazos.

Pero esa puta bruja también me concedió una capacidad de recuperación tan grande
como si yo fuese el toro más bravo.

Y no te creas que lo hizo por piedad.
Lo hizo, la muy puta, para que pudiese morir y renacer infinitas veces. Para que el dolor fuese eterno.

Me siento tan llena de una sustancia pegajosa.