martes, 19 de mayo de 2015

La muerte es Kandinski

Quiero
hablar contigo con palabras sencillas:
como poner el flan en el plato para aprovechar el caramelo.
Así, como llenar de migas el mantel.
Como cenar un bocadillo
o, simplemente, como ir a tirar la basura en una carretilla.

Aunque, por otra parte,
la muerte se expresa,
muy seguramente,
en un lenguaje no figurativo.

La muerte me ha enseñado que por desgracia no creo en dios.

Te imagino sonriendo como un fantasma risueño,
y haciéndome jugarretas que en esta dimensión son bromas pesadas
pero, es que en tu supramundo los códigos cambian:
las cuchilladas son caricias fuertes
y la fuerza cinética es un estornudo.

Cuando alguien me sonríe
rápidamente siento deseos de contarle quién has sido,
y, sobretodo, qué parte de ti ha quedado en mi gesto.

Soy miedosa como un pingüino que tiembla
y sin embargo.
sin embargo,
Sin embargo siento algunas veces
una vocecita que me dice que soy un roble.
A veces siento un vínculo leve pero indestructible
con alguna cosa muy antigua e imperecedera.
Me protejo del hecho de que ya no existas
emocionándome
cuando alguien achina los ojos al partirse de risa.

Es rarísima esta sucesión de acontecimientos.
Y compruebo que tal y como contaban los libros,
la infancia queda atrás.