viernes, 23 de mayo de 2014

El polvo del suelo y las hostias sagradas

Se oyen las campanas. 
Es el canto de las piedras
que le rezan a la virgen
que parió pagando el peaje del placer. 

Una virgen obesa y de brazos firmes
para consolar las gargantas desgarradas. 
Una virgen con las manos secas de pelar cebollas
y de deshojar margaritas. 

Una virgen que ha construido su hogar con sus propias manos 
y que se parte el pan con los dientes y que se raspa las angustias
de la tráquea mediante una tos de perro anciano. 

Una virgen de voz ronca que se ríe a carcajadas 
en la cara de la muerte. 
Una virgen de grandes pechos 
donde reposar las cabezas borrachas de veneno
y de hastío y de miedo y de hojarasca. 

Una virgen fértil que ha sido la matrona 
de todos los hijos nacidos del temblor. 

Una virgen hecha de trigo y de sal, 
hecha del sudor del campo, 
del camino escabroso donde los pies vomitan su rabia. 
Una virgen hecha de ampollas 
y de la saliva de aquellos que reclaman entre alaridos, 
su derecho a ser amados.  
Una virgen que huele a vino y que hace la colada 
mientras canta canciones de la guerra. 

La más pura de todas las vírgenes es esta, 
que ha lamido tantas pieles como le ha dado la gana. 
Esta virgen que se ha abierto en canal para fundirse con la materia viva. 
Esta virgen ha hecho estremecerse de amor a la luna. 
Esta virgen se sorbe los mocos cuando llora
y se masturba cada noche evocando triples penetraciones. 







miércoles, 21 de mayo de 2014

Un acto psicomágico

No soy capaz de imaginarme,
o igual sí, nuestra muerte entre las sábanas.
Tengo derechos sobre ti
porque
dibujo tu columna vertebral en cada servilleta



y me sonríen las señoras en las peluquerías


y yo solo me pregunto

¿qué estoy construyendo?:

un líquido supremo, un timo,
la mayor de las falacias.

Pero la culpa es del tiempo.
Y lo absurdo es el tiempo
que se dilata y se contrae
sin ningún tipo de consideración.

Cada vez que se hace de noche
veo a Satán dándose un baño de multitudes,
silencioso y taciturno, y finge contener la alegría
de ser el hijo predilecto del nuevo siglo.
En realidad le da exactamente igual.
Digo Satán como podría decir Porno.

Pero digo Satán.   (Por varios motivos, básicamente es que fui a un colegio de monjas y siento nostalgia de la entrepierna de mi profesor de catequesis) 

Satán, que ya fue. Pero que siempre será,
como las madres, como los hijos,
como las manzanas, como todas esas cosas que son eternas.
Porque ser eterno es ya haber sido y seguir siendo.


¿Qué estoy construyendo?

algo de flujo flotando en el mar,
un trébol tuerto, una hamburguesa maniatada,
un obeso feliz, el sonido de la electricidad.
Algo muy pero que muy vivo.

Ojalá, el hombre de huesos retóricos.

me espía, 
mejor dicho;
deseo que me espíe.

lunes, 19 de mayo de 2014

Un cachorrito muy responsable con corbata y todo

Hablo con conocimiento de causa.
Miro por la ventana, es fácil evadirse, estoy llena de estímulos. Miro por la ventana y veo una estación metereológica con tres relojes que no marcan la hora.
Tengo tantas frustraciones como pelos en el cuerpo, me imagino una alopecia espiritual y venga, la liberación. Como si fuese comida, en teoría, rápida (exasperante porque tardan en servírtela aun siendo de pésima calidad).
Noto que me han quedado cosas en el tintero, breves resquicios. 
No me repugna nada, no creo en nada. 

Hablo con una tribu para entretenerme. Comen troncos de árboles y hacen bailes como el pogo. Se pegan y se aman.

Esta fase está siendo más larga que la habitual
Y yo grito y grito hasta que se me desgarra la garganta, hasta que mis cuerdas vocales ejecutan un golpe de estado sobre el resto de mi organismo y muero ahogada por ellas. Me encuentran horas más tarde colgada de una lámpara de araña por mis cuerdas vocales. Grito hasta que todos mis órganos se revelan. Mi corazón huye y luego se introduce por mi vagina y entonces palpita mi útero. Mi intestino delgado me maniata y me viola por el culo. Mi cerebro decide divorciase de sí mismo y, por ello, mi hemisferio derecho se convierte en un espaguetti y es expulsado por el lacrimal de mi ojo en forma de lágrima. Mientras tanto mi hemisferio izquierdo se entrega a una apasionada lucha de vida o muerte con el músculo de mi lengua: un beso eterno e inverosímil. Dantesco y algo doloroso pero no puedo dejar de gritar. La ciencia no se lo explica.
He nacido para hacerme daño y para molestar al prójimo. 

Un huracán es lo que necesito. 

Oración silenciosa

Nos gustaba predisponer nuestro tiempo al olvido.
Y ahora me descubro separando en dos montones
mis rencores de los tuyos. 

He cabalgado sobre nuestras cabezas

con la rabia de las cenizas 
y he recogido las flores engendradas por 
cada gota de saliva que huía de tu boca.

Ahora,

el viaje en esta especie de coche sin ruedas,
se hace realmente pesado. 
Pero tenemos tanta voluntad.
Al fin  al cabo nos han enseñado a aguantar, 
a vendernos por el precio justo
y a ser prudentes con las lágrimas. 
Yo simplemente 
creía que me iba a morir de amor
cada vez que las comisuras de tus labios 
rozaban tus orejas.


La cerveza reposa sobre mi escote 
y nuestros hijos no tienen nombres, 
y nuestros anhelos son la piel de un cerdo raquítico. 

Un dios maligno se queda con mis palabras exactas, 

me arrebata las letras que me harían libre
y soy incapaz de dibujar la desolación de mis pestañas.
El cansancio de mi apéndice, que ha desaprendido tanto. 

Me pongo el dedo en la llaga

y sale un pus más puro que el centro de la tierra. 
La sangre de esta herida está más limpia
que los pulmones de un recién nacido.
Porque he sido tan feliz. Tan feliz que
he sido capaz de expandirme tanto 
como un agujero negro.
He sentido tanto amor 
desde lo más profundo de mi cuerpo mediocre, 
que he sido capaz de engendrar lluvia. 

Camino con el miedo de bastón
y voy pudriendo el camino a mi paso.
Que me perdonen las cosas hermosas del mundo. 
Y que vuelva, por favor, 
el tiempo de las formas en el humo. 
El tiempo de los almendros que respiran.

martes, 13 de mayo de 2014

Esa vez. Creo que me mutilaron algo.

Aquí me escribo desde esta cárcel de fraternidad,
pegada a las paredes.
Hola Paula, ¿cómo andas?
Ando coja, gracias.
Ocupo toda la habitación como si fuese un gas tóxico muy sensible a los cambios de estación.

Me imagino volando como una trompeta, me refugio en la calidez de una voz rota, mis dedos van infinitamente más lentos que mi mente.

Soy enorme e ínfima
tengo tanto amor que dar, de verdad, lo juro. Pero ahora está escondido, con el culo apretado, en el fondo de mi saco estomacal.
No digo nada nuevo pero es tan cierta mi retahíla que la repito para que se convierta en farsa.


No me queda otra alternativa que vivir muy rápido y vivirlo todo,
aprovechar los momentos de tregua con esta herida crónica en los tejidos de mi espíritu
Y tengo recuerdos de la cotidianidad tranquila,
del tedio de cuando tenía siete años y rezaba todas las noches.


Tengo tantas ganas de llorarme la piel por los ojos y descargar este peso de existir.


Quiero ser un ente entero, sin fisuras. Solo con un par de ranuras en el lugar exacto para poder emocionarme con las flores.