lunes, 19 de mayo de 2014

Un cachorrito muy responsable con corbata y todo

Hablo con conocimiento de causa.
Miro por la ventana, es fácil evadirse, estoy llena de estímulos. Miro por la ventana y veo una estación metereológica con tres relojes que no marcan la hora.
Tengo tantas frustraciones como pelos en el cuerpo, me imagino una alopecia espiritual y venga, la liberación. Como si fuese comida, en teoría, rápida (exasperante porque tardan en servírtela aun siendo de pésima calidad).
Noto que me han quedado cosas en el tintero, breves resquicios. 
No me repugna nada, no creo en nada. 

Hablo con una tribu para entretenerme. Comen troncos de árboles y hacen bailes como el pogo. Se pegan y se aman.

Esta fase está siendo más larga que la habitual
Y yo grito y grito hasta que se me desgarra la garganta, hasta que mis cuerdas vocales ejecutan un golpe de estado sobre el resto de mi organismo y muero ahogada por ellas. Me encuentran horas más tarde colgada de una lámpara de araña por mis cuerdas vocales. Grito hasta que todos mis órganos se revelan. Mi corazón huye y luego se introduce por mi vagina y entonces palpita mi útero. Mi intestino delgado me maniata y me viola por el culo. Mi cerebro decide divorciase de sí mismo y, por ello, mi hemisferio derecho se convierte en un espaguetti y es expulsado por el lacrimal de mi ojo en forma de lágrima. Mientras tanto mi hemisferio izquierdo se entrega a una apasionada lucha de vida o muerte con el músculo de mi lengua: un beso eterno e inverosímil. Dantesco y algo doloroso pero no puedo dejar de gritar. La ciencia no se lo explica.
He nacido para hacerme daño y para molestar al prójimo. 

Un huracán es lo que necesito. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario