miércoles, 21 de mayo de 2014

Un acto psicomágico

No soy capaz de imaginarme,
o igual sí, nuestra muerte entre las sábanas.
Tengo derechos sobre ti
porque
dibujo tu columna vertebral en cada servilleta



y me sonríen las señoras en las peluquerías


y yo solo me pregunto

¿qué estoy construyendo?:

un líquido supremo, un timo,
la mayor de las falacias.

Pero la culpa es del tiempo.
Y lo absurdo es el tiempo
que se dilata y se contrae
sin ningún tipo de consideración.

Cada vez que se hace de noche
veo a Satán dándose un baño de multitudes,
silencioso y taciturno, y finge contener la alegría
de ser el hijo predilecto del nuevo siglo.
En realidad le da exactamente igual.
Digo Satán como podría decir Porno.

Pero digo Satán.   (Por varios motivos, básicamente es que fui a un colegio de monjas y siento nostalgia de la entrepierna de mi profesor de catequesis) 

Satán, que ya fue. Pero que siempre será,
como las madres, como los hijos,
como las manzanas, como todas esas cosas que son eternas.
Porque ser eterno es ya haber sido y seguir siendo.


¿Qué estoy construyendo?

algo de flujo flotando en el mar,
un trébol tuerto, una hamburguesa maniatada,
un obeso feliz, el sonido de la electricidad.
Algo muy pero que muy vivo.

Ojalá, el hombre de huesos retóricos.

me espía, 
mejor dicho;
deseo que me espíe.

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