sábado, 4 de diciembre de 2010

Cuarentena por el virus humanista

Creo en el género humano porque existe el rock and roll y los siglos de oro y existe el sexo telefónico, el divorcio, la circuncisión y los hombres menopáusicos.
La filantropía elevada a la máxima potencia es: Vomitar cinco mil litros de jugos gástricos simplemente por amor a la belleza dinámica de esos espasmos abdominales que doblegan la espina dorsal, acercando las meditaciones al retrete, seduciendo a la letrina con el intelecto, equilibrando horizontalmente el cuero cabelludo y el último de los esfínteres. Esta es la expresión artística más pura del ser humano, el preciso momento en el cual el alma, la mente y el cuerpo se conjuran para alcanzar un nirvana escatológico de dimensiones cósmicas.
Mientras dure esta fiebre antropológica que late en el fondo de mi ombligo, procuraré cambiar las sábanas una vez por semana y rezar mis oraciones ateas cada cinco horas.
A veces me decanto más por lo impávido que por lo pasible, aterrada por ese tiempo que lame el suelo y lame las paredes y babea sobre las cabezas de los transeúntes, blanqueando las sienes de los despistados y así es como me he convertido en una leal defensora de la sangre de mi sangre porque todas las sangres son sangre de mi sangre.

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