miércoles, 6 de julio de 2011

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TE JURO QUE pezones como avellanas, de una mujer desnudamente nítida en un horizonte psicodélico muy berlinés ¿y su traje? en el armario que consta de acero y de sangre que sin quererlo viene a ser lo mismo. Espacialmente (referido al espacio, al punto geográfico) lo que importa es una playa ¿qué es, al fin y al cabo? El cabo de los fines, el precipicio en esta orilla limítrofe que se asoma a lo que acaba. A lo que acaba de empezar. y podríamos estar así miles de siglos, es una rueda, una masa orgullosa, un circulito necio, un lunar en una nalga, como el tiempo, igualito que el tiempo, que se lame la piel, que se engulle a sí mismo. Y la mujer sigue ahí  profundamente desnuda existiendo de manera muy tenaz pese, o a causa, de sus pezones como avellanas. Y su entrepierna supurando, que es fragante delicia y madre de madres, no pasa nada, la paz es inquietante pero el horizonte no se inmuta, la circunferencia (que es la representación física del tiempo) se agranda a medida que la vagina llora y es lógico porque de todos es sabido que la eternidad siempre ha estado supeditada a los designios del santo genital. Un momento ¿qué pasa con las plantas de sus pies? son patas de pollo deshuesado y no estoy metaforizando, es cierto, tan cierto como las papilas gustativas atrofiadas del anciano catador de sanguijuelas. Esto es una promesa, un documento infranqueable, una declaración de amor a todo, a absolutamente todo, a cada desgraciado efebo, al polvo de debajo de las camas, a los viejos, a las viejas y también a personas no humanas, como por ejemplo el morboso rottweiler con cara de pecador vicioso.

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