Yo quise perturbar las expectativas, diferir en opiniones y en tocamientos, confundir al prójimo con juegos malabares traducidos a movimientos pélvicos. Alimentarme con frijolitos chinos y emborracharme a base de sake. Tener mucha tos y denunciar las actitudes casposas.
Esa era yo hasta que ocurrió la desgracia, la hecatombe de lo kitsch, mi infarto social:
el terciopelo se quedó calvo, la musa yonki de los arrabales cogió la baja por maternidad y el punk decidió suicidarse,
en conclusión; un drama para una chica coqueta y pragmática como yo.
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