Mis poros te reprochan tu identidad tardía.
Tus liendres rechazan mis cabellos.
Mi ombligo y tu ombligo
no atienden a normas de cohesión
y menos de coherencia.
Entre pezón y pezón
una carretera de excusas
abocada al precipicio de un pubis fingidor
que busca perdonarte por no ser quien debieras.
También tus dedos hacen acto de presencia
recordándole a mi cuello que sólo alberga una tráquea,
la cual conduce, inevitablemente,
a una vagina un tanto anónima.
Te odio porque tú no eres él,
pero tú también me odias
porque yo tampoco soy ella.
Nos declaro tristes,
tristes y abstemios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario