martes, 7 de junio de 2011

muy pingüino anglosajón

no debo olvidar nunca al hombre ese, que es a la vez mi don y mi cáncer.
El tobogán en su cabeza vieja,
que es un rizo blanco. La ceja que almacena un secreto de grandes magnitudes, tanto miedo abrazado a las entretelas,
tanta materia oscura y la declaración de amor escrita en una esquela. Todas las veces eran las últimas veces, soy muy consciente.
Y muy insensata,
Las pieles tenían que conocerse lentamente y beberse a modo de néctar, y por fin, ser sustancia encendida entre bambalinas.
Ahora que la escarcha se derrite pegajosa y me hace resbalar,
las costillas, las mías, no me pertenecen, son entes extraños en mi cuerpo enfermo y vagamente mutilado.
Me quiero mudar de mente pero llevándome conmigo esas migas sensitivas tan preciosas tan terribles porque Este Dolor es solo mío,
lo lamo, lo bebo, lo empollo. es la herencia que le dejo a la sangre de mi sangre, mi patrimonio traducido a lamento, es tan mío y soy tan suya
que soy incapaz de concebirme a mi misma sin la erosión de mis vísceras.
Ahora
salgo de los límites de las sienes, fluyo blandamente como
un pollo deshuesado.
las moscas, la decadencia,  esa estación florida, su maldita memoria sensorial.
Me fragmento voluntariamente para no ser destruida, quiero muy profundamente, así quiero.




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