martes, 6 de noviembre de 2012

Atención. Esto es un Manifiesto. Una especie de verdad panfletaria. La gasa tupida que recubre la esencia de las cosas meramente imprescindibles.



HAY QUE
conectar con el yo primario, con el yo despojado de escarcha y de cetrina.
Es necesario volver a la poesía de las flores y la luna,
volver a mamar del pezón que nos parió la boca,
volver al tiempo de los movimientos leves, de la ansiedad en los nudillos. Al tiempo de cuando Dios lloraba en el hombro de su abuela.

Hay que lamerse los fluidos propios para comprender los fluidos ajenos.  

Hay que retornar a la belleza sin paliativos, la belleza estática de los elementos móviles. La belleza viva de las cosas muertas. Hay que untarse los poros con animales putrefactos. Hay que beber de la fuente de las antítesis más básicas. Se ha de volver a creer en lo sublime.

Hay que acariciar a los ancestros con plumas de quetzal. Se han de volver a tallar corazones en los árboles.

Hay que retomar el desconsuelo de lo humilde. Hay que volver al vómito como expresión de lo absoluto. Hay que supeditarse a las mariposas, ser lacayos de las nubes. Es sumamente necesario volver al lirismo incrustado en la sangre del hombre desde mucho antes de ser hombre.   

Es necesario volver a nacer, pero esta vez sin piel y sin huesos.

A veces es necesario hablar del mar, agarrarse el culo y pedir perdón. 






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