miércoles, 17 de diciembre de 2014

Lo irritante de las cosas inertes

Bailo a la vez que escribo,
tengo esta ansia en las venas que sabe a café con leche agria, 
que me marea hasta vomitar como si estuviese en una nave espacial compuesta de rollos de papel higiénico. 
tengo amigos miserables que se tocan la nariz
añoro, yo siempre añoro
siempre bailo como amo, a golpes: amar a base de truenos, bailar a base de nubes 
y saltar, 
por supuesto, en este prado podrido en el que pastan mis vacas. 
¿Dónde están mis años? 
Te reinvento cada vez que te pienso y en mi cabeza tienes la voz mucho más ronca.
Hay algo en ti en que me inquieta. 
Veo en ti la reencarnación de algún dios de alcantarilla, veo en ti una rata con los dientes afilados, veo en ti la revolución de un proletariado furioso. 
¿A qué huele la droga?
Huele a ganas. A muchas ganas de inventar un universo sinestésico.
Huele a miedo de recién nacido, a tembleque de gallo. Huele al amor de nuestras madres.
La droga huele a tortilla de patata.
La droga huele a la esquina más meada del patíbulo. 

Tu cutis de mierda , tus manos sucias de campesino, tus manos de campo de trigo. 
Lo más bajo en la pirámide social.

Hay, en las cosas que me rodean, una rabiosa pretensión de existir. 
Veo mi cama, mi mesa, mi silla y veo cosas que se empeñan en ser reales. 
Un contorno tan definido, una existencia tan consistente que lame la superficie de mi sistema nervioso 
y me resulta ligeramente desagradable. La cabezonería y el irritante empeño de las cosas que veo a mi alrededor por concentrar toda la realidad en su núcleo material. Me provoca algo dentro.  
 
NO HAY NADA MÁS RABIOSAMENTE REAL QUE LO QUE: NI NACE NI MUERE


No hay comentarios:

Publicar un comentario