martes, 22 de febrero de 2011

T K O G H E T Ú

Nadie nos garantiza los huesos, la piel, las ganas de vivir, no tenemos aseguradas las neuronas, los nervios, ni el desatino, ni el tedio. A veces medrar no es la solución, mejor achantar el camino a costa del naufragio y una red eléctrica y unas manos secas y una sed borracha durante el trayecto viril. Nadie pule los mareos, la madera de los sauces, la marea en el ciprés. ¿Quién inflará esta mi fuerza de voluntad tan breve, tan tísica? Todos somos la misma alimaña, la misma maravilla. Todos tenemos tanto miedo, el mismo miedo de quedarnos encendidos con nuestros propias babas; en la cantina o en la tierra baja, sobre la cama o dentro de una rayuela. Siempre el mismo bucle bicéfalo, las mismas legañas pegadas a la almohada, el coitus interruptus y la radio encendida. Los rasgos que diferencian nuestras anatomías son leves, insignificantes como castración química en una minúscula ameba. Codo sobre codo, ceja sobre labio y así se quiebra la inmutabilidad sideral por no llevarme la contraria.


quiero respirar
en vez de aire, poesía tatuada en las cuencas de los ojos

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