lunes, 19 de septiembre de 2011

residuos de un apareamiento tardío entre el kaos y los muertos

una perdiz atemorizada pide dinero para todos, muslos jóvenes para todos, penes voluptuosos y funcionales para todos, botellas llenas para todos, pero esto no es viable.
por ello, un par de botas y vamos, vamos a hacer camino. dando patadas a las piedras, descargando la ira de todos estos años, ahuyentando lo inerte, lo soporífero, haciendo una sagrada ofrenda a los dioses.
aquí y seguramente ahora, todos los infelices haciendo camino, en una comparsa del infierno con las botas de montaña y el corazón en un puño, algo tan crudo pasa a ser automáticamente algo muy bello, bailando luego, los infelices, bajo un sol abrasador que derrite los gestos crispados y evapora las ojeras de estos rostros irritados.
llegando al límite del cuerpo humano haciendo del sudor un aliado contra la pereza, se intuye la noche y luego otro sudor cargado de significado, recubierto de un erotismo tierno como las manzanas. Los infelices corren en algunas ocasiones elevando los brazos, entregándose al goce de no ser nada, de ser leves y posiblemente insignificantes, esnifando el olor a piel añeja que desprenden las paredes del mundo.
Porque es lo hay que hacer, es el deber de estos elegidos para esparcir la electricidad que han parido sus cabezas llenas de rabia, fascinación e impaciencia. No hay tiempo para reposar las piernas que funcionan como máquinas furiosas y absolutamente competentes con todos los engranajes dando vueltas, habrán hecho algún pacto con las alimañas o con las leyes universales de la física. A lo mejor coserán un himno con sus voces metálicas pero dándole potencia máxima al interruptor de sus espíritus. El último empujón de las fuerzas que fluctúan alrededor de sus órganos vitales, un hueso que cruje, el olor fétido de la victoria.
Para afianzar su lucha correrá la sangre en un gemido colectivo y finalmente, el espasmo, arañar la luz con dulce violencia animal.

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