martes, 31 de agosto de 2010

acrobacias temerarias/temerosas





Si me vas a asesinar por venganza y/o por desesperación hedónica que sea sobre el cielo. Que pueda oler a dios, resbalar entre la grasa de sus poros, recorrer la redondez de sus nalgas, apoyar las yemas de los dedos en la cúspide de sus inquietudes. Y cuando el dolor llegue ataremos nuestros cuerpos al ciprés más cercano para curarnos de la luz y de la sombra, del jamón y del centeno. No te culpo, porque si lo hiciese no quedarían medusas en los mares, ni serpientes en los campos, ni escorpiones sementales. No te culpo por falta de pereza y por exceso de lujuria. No son sólo mis pecados capitales, también lo son de las arterias colapsadas por colesterol, de la sequedad vaginal y de tantos otros fenómenos inexplicables. Sea por lo que sea no te culpo, es más, te comprendo, me desprendo.

Mi error fue ese impulso febril de desgarrarte las clavículas con amor. Febril como el croquis de una gordura a medida, como un alma de diseño. Artificiosamente febril, seguro que me entiendes corazón.

Soy la heroína de los bajos fondos, la salvadora injusticiera de la masa gravitacional, la mesías del despojo y el aturdimiento. Mi amor no me comprendes, no te desprendes,
te acaricias los nudillos deformados de tanto puñetazo y mientras se revaloriza el euro allá fuera te pides, me pides, nos pides perdón.

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