lunes, 28 de octubre de 2013

La celulosa que interpela a la levadura

Las botellas de cristal me vuelven loca

¿Tanto tiempo hemos pasado? ¿De verdad? ¿Tanto tiempo hemos pasado?
Yo guardo el recuerdo de un puñado de minutos.

Este buitre que me devora
y no menstrúo porque tengo miedo.
Una ballena varada me produce indigestión. Es una ballena muy gorda, joder.
Y está casi muerta. Es penoso escuchar su miserable respiración.
En la orilla de un océano rarísimo. Como de color rosa.
Y los hombres que me acarician con las puntas de los dedos me producen rechazo,
ganas de vomitar, ganas de coger el metro e irme a la luna,
ganas de arrancarme todas las capas de la piel
y protegerme los órganos con harapos.
Hombres de uñas sucias no os acerquéis a mí.
Mi epidermis aun huele a otra epidermis ¿qué hago?
No quiero deshacerme del todo de esa carne lejana,
que ya no es mía. Pero fue mía y de mis hijos que no nacieron.
Esa carne lejana es la ballena varada que me indigesta.
Dejad que me lama los pezones, dejad que llore, dejad que me masturbe,
dejad que mastique la arena, dejad que me muera de ganas de morirme de pena.

¿De verdad? ¿De verdad tanto tiempo hemos pasado?
Yo guardo el recuerdo de un puñado de mil horas.
Y esa forma de amor tan sutil en las pequeñas cosas:
como quitar una pelusa del hombro,
"la raya más larga para él",
o las caricias leves de riñón contra riñón.

Entiendo lo que pasa y me escucho.
Pero los agujeros en los calcetines me siguen poniendo la piel de gallina.
Y veo charcos de cejas
en cada estantería,
en cada absurdo cojín aplastado,
en cada botella de cristal.


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