viernes, 7 de febrero de 2014

Una confesión de mota de polvo, de hijo de grano de arena

Un oasis y ya consigo ser feliz en esta maleza dentada,
"suelta la armadura" dice el amor de mi vida. y yo le hago caso y me muero de miedo dentro de mi caos, Relajo los hombros y mis ojos se convierten en hermosas cataratas. He visto algo de mundo, poco, pero algo sí. Guardo mil sensaciones en mi córtex y cojo dos trozos de piedra y comienzo a querer hacer fuego, primero una chispita y luego una hoguera prodigiosa.
Soy muchas cosas, buenas y malas a la vez. A ratos no me encuentro, me desvirtúo, me hago roedora y cáliz de cálices. Contengo las mil maravillas del mundo y también el infierno. Dios mío, entre mis pechos, bajo mi ombligo, sobre mis sienes se almacena el infierno, me acabo de dar cuenta y entre toda esta catarsis yo me estoy muriendo del amor que se empeñan en proyectar mis manos.
Mis células están hechas de rabia reseca, estoy formada por la rabia de todas las mujeres de mi familia. Tantos ovarios enfadados, tantas lágrimas retenidas en mil pupilas antiquísimas, tantos puñetazos al viento, tantos ruegos de amor enquistados en las mandíbulas de mis tatarabuelas. Tantos besos prematuros. El grito curtido de las gaviotas.

Todo eso, me compone,
me define,
da nombre a mis noches en vela
rogando a la luna que me mire.
Una mirada sólo, luna malvada.
Mírame una vez, como si me amases,
y yo me callo, luna mala.

Miro mi reflejo y me veo recién salida del horno. Algo falla.
Soy muy joven ¿Por qué esta tristeza existencial?
Como si hubiese sido viuda cinco veces, tenido cuatro partos y bebido mucho whisky. Como si tuviese una cicatriz incurable en el alma, como si hubiese sudado un millón de aguas saladas, como si hubiese mamado cincuenta millones de poemas. Triste como si tuviese el pelo blanco y el corazón fatigado. ¿Qué le pasa a mis lacrimales que cobran por segundo llorado? ¿A que viene este vacío?
Como si yo fuese una alcachofa descorazonada.

Espuma, destellos y carne. Obviamente.

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