sábado, 12 de junio de 2010

orto - grafía




Encontrar la paz ajena en una ciudad que es la mía, pero no es mía, que es real, pero que es inventada. C'est la vie. Me aburre mi nombre, sus nombres, tu nombre, vuestros nombres, todos los nombres me aburren. Dejemos de llamarnos por nombres y llamémonos por gemidos, por colores y por eructos. Seamos jauría de perros listos en un banco de peces anodinos, y volemos como buenos perros, y engullamos como buenos peces. La ropa me aburre, también me aburre, como me aburre por dios, vistámonos con olores industriales y con olores de alcantarilla, con olores limpios y con olores naturales. Y así gimiendo y oliendo, dime tú quien sería infeliz, nadie, nadie sería infeliz. Me aburre caminar, caminar me aburre, mucho. En vez de caminar arrastrémonos como viboritas desesperadas, fundámonos con el suelo y convirtámonos así en parte del espíritu terrestre, en alma de los pies. Y así, gimiendo, oliendo y arrastrando, dime tú quien sería infeliz, nadie, nadie sería infeliz. Pero antes de que proyectes tus efluvios en mis clavículas, te confieso que moriré demasiado joven para ser vieja y demasiado vieja para ser joven. En la Puerta del Ángel, desangrada por la navaja rumana de un yonkie suizo. He bailado mucho sin cerrar los ojos a ritmo de jazz barato, a ritmo de radio rota. Y mira, no es para tanto. Sin contar que me he hartado de mis dedos y me los he cortado uno a uno y los he ido enviando por correo urgente a mis amores y desamores. Descartemos la posibilidad de quemarnos vivos. O no. Así, rápido y dudoso, como la eyaculación precoz de un Jesucristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario