martes, 3 de mayo de 2011

quemazón e hilarantes azotainas

unas manos cromáticas tocando una piel traslúcida con un temblor antiguo, el aurea frágil y una cara de papel maché, las sangres huecas, un pulmón regurgita, y la otra cara de alabastro, que se entumece cuando los cuarenta dedos se entrelazan por una inercia que se intuye ajena. pero es tan propia como estos sudores agridulces de debajo de los párpados. Y el aire doliente que enhebra esta aguja clavada en el hígado, el matiz dorado en los huesos, la masa de cuerpos, la piel infinita, la voz animal que sale del pecho. Sobre todo la voz tan primaria que se escurre de las gargantas cuando, por fin, el trémulo tormento metamorfosea en pulgar limpiador de carmín en comisura. Se oyen taconeos de caballo desbocado. Por el ruido que hacen, los zapatos deben ser rojos. Y luego las lenguas se guiñan los ojos y vuelven tímidas a la guarida aguada. Nada más, para esto, queridos bípedos, se nace, y por esto también, posiblemente, se muere.

No hay comentarios:

Publicar un comentario