sábado, 3 de diciembre de 2011

la evidencia de la tos




Voy a ser honesta con el sudor de mis manos:
Evoco un tú diluido, fusionado con un yo tembloroso, allá escondidos en los escombros,  reducidos a polvo por el buen trabajo de las conexiones neuronales y la desvergüenza de la memoria selectiva.

Las grietas en las manos, la voz incisiva de la vecina loca. Me acuerdo de las migas.

Lo más gracioso es que la perspectiva me produce vértigo.
Me queda retorcerme de dolor en medio del desierto, rozar la fiebre y sentir arcadas, una cuerda que se anuda a la garganta , sin más oxígeno que  una mandíbula que busca desplazarse levemente a la derecha.

La belleza de un espíritu erosionado no puede soportarla un cuerpo humano, por tanto, he de salir de mi carcasa mediante la meditación, o mediante divinas sustancias fabricadas en laboratorios hondureños.

quebrarse para reconstruirse
ser hez para convertirse en dios
morir para ser nacido; 
es así como florecen los hongos y como la vida sigue su curso,  ajena a tanta fluctuación de las moléculas. 

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