viernes, 17 de julio de 2009

Recorrido vital de cualquier ave errante, no perdida.




Yo volaba como siempre
entre los precipicios azulones,
mirando fijamente
el vaivén de los aviones.
Sin quererlo escuchaba
conversaciones ajenas
que se oían lejanas,
claras y un poco desesperadas.

Y entonces escuché
la lista de la compra de una bruja
a la que le olía el alma a humo,
a fuego, a cuero y a zumo.

Era así:

[-Macarrones enlatados
sin tocados ni cardados
-Magnolias frescas para regalar
en relaciones incestuosas
sin guardias que sobornar.
-Arcadas del perro viejo
con jerseys que yo le tejo.
-Ruidos de algodones
que se pirran por los susodichos detractores
del amor en tiempos de colores.
-Armonía descomunal
del que poco tiene y mucho da.
-Coño sin eñe de los seres
escritores de best-sellers.
-Distancia adrede
de los pelos canosos
y los acnés pecaminosos.
-Uñas que hablan crecientes
sin dejar de ser oyentes.
-Apego que el cariño
le tiene al eufemismo.]

No acabó de leer, y yo ya me había marchado.
Demasiados conceptismos desgastados
que dan de mamar los pechos ya mamados.

Seguí volando por los edificios azulones,
mirando fijamente,
el vaivén de los aviones.
Y a mi lado volaba un papel mojado,
peludo, converso y un poco malvado,
Y leí el reverso del papel mojado
peludo, converso y un poco malvado:

[Pues como iba diciendo.
Ahora, en este mismo segundo,
en este mismo momento, en este mismo lugar;
mi obsesión, el motivo de mis suspiros;
ahora, en este mismo segundo y en este mismo lugar y en este mismo momento,
no necesariamente por este orden
mi completa felicidad tiene nombre propio.
Que así sea, eterno.
Y que Eternidad dure lo que dura Nunca.
Y que Nunca dure lo que dura Siempre
y que Siempre dure hasta que se acabe]

Pero solo era un reverso de un papel mojado.
Y era un papel mojado tan mojado tan mojado
que merece la crueldad de no crear rima.

Estaba cansada, pero volé más.
Y aunque yo prefiero los gritos desgarradores
que están por filtrar
me paré a escuchar,
los grititos petulantes
de las Señoras del Moño
que no se hartan de lamentar.
Les decían a sus crías fantasiosas
e imaginativas,
todavía con la mente limpia,
no contaminada por mariditos
y tonterías:

Les decían, les decían:

[-Que no! Que no te hablan los carboncillos!
ni los verdes, ni los azules ni los amarillos.
Que no. Que no te mienten los azucarillos,
ni te miran mal los anillos!
Que no, coño niño que no!
Deja de joder!]

Las crías de las Señoras del Moño
se iban al más alejado rincón,
a llorar lágrimas de cocodrilo
y a curarse de su decepción.
Y a convertirse después en
Petulantes Con Venenosa Babilla.
De tal palo tal astilla.

Volé tanto tanto,que me hice vieja volando.
Morí encima de una nube,
mientras me rodeaban los edificios azulones.
Y me miraban a mí,
fijamente los aviones.
Y las brujas a las que le huele el alma a humo,
a fuego, a cuero y a zumo
echaban maleficios a los papeles mojados,
peludos, conversos y un poco malvados.
Y las Señoras con Moño
lloraban mi muerte en la falda de sus crías
a las que le hablan los carboncillos,
los verdes, los azules y los amarillos.
Traeme 2 postales de La Habana.

1 comentario: