jueves, 22 de julio de 2010

vaginismo masculino


somos diminutas figuras de una red emancipada de un ser ojeroso que fuma nubes encima del omoplato de otro ser superior. Respira. Te juro que los olores se pueden comer, y nos pueden saciar, y nos pueden nutrir.
Te lo juro.


Te invitaré al café más cafeinado para que nuestros huesos se unifiquen durante tres minutos exactos, como eclipse de huesos, como mar de huesos, como masa magra de huesos. Y después soltar, y explotar, y que las fibras de nuestros huesos queden disgregadas por el espacio, se camuflen entre los planetas y brillen como soles, como estrellas de neón. Ven sin venir, así como musa temblorosa perdida en sintaxis de prospecto farmacéutico. Ven como si no vinieses, dedícate a recoger las frustraciones de poeta, los logros de cardiólogo, las oscilaciones de las apetencias juveniles. Ven sin llegar, pásate la vida viniendo por el puro placer de poder ir a algún sitio. Ven desdibujadamente, sin adverbios que enturbien la pureza del verbo extasiado y extasiador. Te recrearé la textura del hígado del equilibrista desequilibrado que se dejó el sombrero en mis entrañas. Mientras tanto el futuro incierto nos espera agazapado entre contenedores de basura, entre fichas de ajedrez. Somos pequeños. En nuestra ausencia los notarios seguirán sonriendo con ternura, el mar seguirá sumiso a sus espasmos melancólicos, los ovarios seguirán produciendo óvulos y las vacas seguirán dando leche y la leche seguirá siendo indigesta.

Y si me alejo de ti por iniciativa propia, nunca llores. Nunca llores, porque mujeres como yo las hay a patadas. Ven a pincharme las yemas de los dedos con una aguja y fricciona tus rodillas con las mías con reuma pasional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario