martes, 15 de marzo de 2011

Adivinanza epiléptica

me laten las sienes al ritmo acelerado
del crecimiento de una flor [cuando le sobran las raíces].

cinco horas charlando sobre pécoras y termitas.

una nariz con complejo de cartabón que araña el aire con su cúspide


la pelvis se derrite con el ritmo de la fricción

un caldo, un machete, el mundo es la pésima canica, el más
grande de los disparates, la mujer más mujer, el hombre más perro, 
un enigma caucásico, un casi estornudo de la hormiga que prostituye 
su intelecto, fruto de la unión morganámica entre el Rey Alimañana y la paupérrima deidad.

la eternidad es terca porque todo el rato se remite a sí misma
y reincide

y ¿cómo es posible que una saliva ajena esté rasgando mi tráquea?

Esto es:
una voz a trompicones porque está a punto de gemir

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