jueves, 24 de marzo de 2011

Me susurro por temor a los del medio

Las calles amanecen empavesadas de moños, de vaginas con hambre, de garrotes, de ponys y de guadañas.
Lo escarchado, lo febril, lo onírico se pudre, se queda atrapado en el esfínter anal. Dios es débil y tiene frío y está acojonado igual, igualito que yo. Y Dios me dice que el veneno es llano y huele a rosas y enfatiza esta desilusión por la vida, este acérrimo desatino. Y este yo, que soy yo, pero que también eres tú, y es el chico de la felación, y el santo bedel del metro; este yo, que somos todos, se muere de ganas de vomitar las ganas de desgarrar pieles y de cubrir las almas con los menjunjes más sagrados que manan de las vísceras.

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