martes, 24 de noviembre de 2009

Babas divinas

Que delicia los dedos de tus pies
Hace tiempo que no muerdo,
no mastico, ya no beso, ya no como
los dedos de tus pies.
Muchas lunas que no hay peros
buenos versos, ni posdatas del revés.

¿Dónde guardas, [yo no puedo]
los floretes de algún duelo?
Nuestros duelos de me dueles.
De te duelo. De ¿me quieres?
Yo te duelo. Yo te quise. Yo aún te huelo.

Nunca supe y aún no sé,
si quise o si quiero saber.
Que mal sabe la miel seca
en los poros de la piel.

La omnipresente ausencia
del pecado concebido,
pica a María
como a mi me pica tu olvido.
Y es que contigo toqué
la pureza de lo soez,
de lo indigno, del loco escondido
entre las piezas del ajedrez.
Mentía cuando dije que de ti,
me enamoré sólo una vez.
Insípidos los dedos
que ahora tocan la desnudez.

Y ahora,
de repente,
el exilio de los cojines amarillos
que se meten la mala suerte
en las dobleces de los bolsillos.
Ni ciegos ni lazarillos.
Helados de calzoncillos.
Como cuando abrazaba
a cualquier mala oveja.
Sí...
Yo también me hago vieja.
Que delicia los dedos de tus pies.

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