domingo, 29 de noviembre de 2009

Confesiones de estrella del country




No hay temblor
en los racimos de uvas negras.
Para matar en frío,
mejor cuchillos y legras

Y los corazones preguntan
donde está la salida.
Y las manos contestan
que mejor de vuelta que de ida.
Y se trenzan las piernas
en el alma dolorida.
Y se enamora la muerte
de los ojos de la vida.

Podría decir tantas cosas
y de tantas maneras.
Acromiano,
en prosa, en vano.
En silencio,
tortuosa, en cristiano.
Aguardiente,
espesa, de antemano.
En espera,
sútil, con desgano.

Me duele la canícula derecha
y cantaba la viejita:

-Yo no nací para trabajar,
no sirvo para madrugar
Nunca duermo sin trasnochar.
Beber, fumar y.
Y cantar.

Que lista y que perra la viejita.

Hoy nos ha tocado perder
a los acróbatas, a los absurdos
y a los que besamos con los pies.
Un beso reseso
de premio de consolación.
Helado tiritón.
Y de postre, zuzón.

Hoy les ha tocado ganar
a los musos de corbatas,
a los pantys y a las gatas.
Su premio,
amores en lata,
arroz,
y una cama beata.
Mendiga de manos y ojos.
Bastón huraño de cojos.

Ya te dije que,

un día le gritaré al mundo
cuantos lunares tienes en la espalda.
Que cara pones cuando La Petite Morte
te alcanza.
Un día, cuando menos te lo esperes
le contaré a la gente como son tus sábanas.
Les diré a todos que te gustan los álamos
Nuestra fobia a esposas y tálamos.
Rebobina.
Bistec y barretina.
Heroe y heroína.

Amarillo y nicotina.
Teatro, lo tuyo es puro teatro.

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