lunes, 3 de mayo de 2010

Necesaria doctrina y ajuste de cuentas





Escuchad las célebres palabras de las pelusas de los ombligos del prójimo:
Estáis condenados todos, estáis condenados a celibatos decibelios y a dolorosos placeres. No temáis a los desvaríos de los cuerdos ni a las lucideces de los locos. Morid si es necesario para embellecer la situación, olvidad vuestro nombre, vuestra edad, vuestra ropa y demás incongruencias. Hablad mediante orgasmos y pantomimas de tela. Todos condenados, estáis todos condenados a admirar los pezones de las flores y a sublimaros con vuestros propios nudillos. Comed en otros vientres, bebed en otros muslos, gemid con otras bocas. Ahogaros en vuestra propia carcajada y caminad a cinco patas y a mil corazones. Yo, yo os condeno a deslizaros entre utopías con lubricante de caballo, Yo os obligo a perecer bailando por puro deleite visual. Abrazad con todo menos con los brazos, no dejéis que los sueños envejezcan y permitid a vuestro cuerpo pudrirse con esmero. Odiaros, si os amáis, odiaros. Y amaros por lamer y lameros por amar. Vuestra sentencia es clara, tenéis que ser ciegos con vista de lince sin dejar de ser un poco absurdos. Revivid tantas veces como os aguante el peinado. Sed superficiales, maquiavélicos, profundos y honrados. Y también viceversa. Vuestro castigo es ser divinidades, cuerpos desalmados y almas incorpóreas. Y cuando os apetezca, cuando os apetezca pues ya os extinguís. A todo esto Yo os condeno, compañeros.

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