domingo, 30 de mayo de 2010

vello púbico albino


Mis queridísimos sobrinos, nietos del alter ego de mi alter ego:

Digamos que el colmo del humanismo es el salmón ahumado, el sudor deshecho. Gritar que todo está perdido, ayunar por cuestión de finales, adelgazar el alma. ¿Acaso merecer no es poseer, poseer no es exigir? ¿Acaso un violín es más digno que una alpargata? Yo no sé, porque nunca seré violín, porque nunca he sido alpargata. No busquéis el equilibrio entre los rebordes de vuestras venas, no ansiéis la paz a través de la meditación industrial, no recéis al Dios de las varices, al rey de la varicela. Todo será en vano, no hay salvación posible para vuestros hipotéticos hijos. Ni tan sólo para los padres biológicos de vuestros hipotéticos hijos, que no seréis hipotéticamente vosotros, serán otras hipótesis humanas que os usurparán el puesto. Os confieso que la saciedad no existe, ni el deber tampoco, ni el derecho tampoco. Lo único real aquí son los espejismos, los espejismos rabiosos, serenos y bastardos. Y nunca viceversa. En el nuevo mundo habrá lenguas barnizadas por las babas de otras lenguas supremas y no quedará lugar para la comercialización de los nudillos, que siempre serán vuestros, mimadlos siempre, siempre. ¿Acaso permitir no es arriesgar, arriesgar no es embellecer? Yo no sé, porque no conozco más belleza que la etérea, ni más permisión que la arriesgada. Nápoles es sublime pero solamente de noche, como adoro la noche, como la adoro porque todo se ve a medias, y las medias tintas son la especialidad de los necios y también la mía. Y bueno, aquí os dejo niños, sed libres y si la ocasión lo requiere, sed buenos.

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