lunes, 31 de enero de 2011

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Aludir y coger una gran borrachera a base de huevos duros, y seguir aludiendo y eludiendo ebrios en cada bocanada de aire impuro, mientras ellas, las mujeres del purgatorio gritan mi nombre y apellido con dialéctica prosodia. Tic tac, en este orgasmo tan onomatopéyico me acuerdo demasiado bien de cada hormiga y de cada cucaracha pidiendo clemencia, si hay algo que no soporto son las muñecas gordas y los dedos chatos. Os echo de menos hombres a los que he amado, mujeres a las que he admirado, alimañanas inmundas a las que he odiado, os añoro tanto que el corazón se me seca como una pasa lastimosa. Porque me he reído hasta hacerme trizas y luego he llorado hasta el vómito, eso es vivir y yo lo juro que eso es vivir porque morir también es vivir pero a la inversa. Todo esto ocurre cuando habitas dentro de un acordeón y esa música tan desdeñosa aplasta tus ideales, tus ganas de ayunar e incluso tu lívido, entonces un presente paralelo se quiebra: se amontonan las soledades en montañas considerablemente grandes y forman sierras de soledades que a su vez forman cordilleras de soledades, y es tan triste, tan bello, pero tan triste, que no puedo hacer otra cosa que sentarme a esperar a que el viento de poniente deje de soplar.

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