lunes, 1 de junio de 2009

Entrañas inéditas de esas que escuecen


Como lloraba el pobre,
ríos de chorros de mares
de océanos de grifos sin nombres.

Como lloraba el pobre,
ni epitafio con acordes
ni melodías de cobre,
ni faldones con rebordes.
ni apellidos comerciales
ni más lágrimas pegajosas
que no fuesen las suyas propias
de pupilas ya andrajosas,
y por culpa de los acontecimientos
también pecaminosas.

Era un funeral un poco extraño.
Sin cura, sin muerto,
sin ataúd escueto,
sin hijo desheredado
sin amante que no ha enviudado,
sin viuda que no ha amamantado.

Pero un funeral al fin y al cabo.
Y como lloraba el pobre...
Había adquirido el monopolio
de los lloros secos y amargos,
todos, todos, todos,
él los había comprado.

Y yo le decía:
-Me apetece olerte hasta captar tu esencia
guardarla en un baúl bajo llave
y enviarla al mar.

Y el pobre lloraba.

Y yo le insistía:
-O eso diría que haría.
Porque en realidad me la apropiaría.
Besándola, acariciándola,
charlar con ella, de ti,
cada día.

Él seguía llorando.
No me oía.
O decía que no oía.

Yo ya me lo tomaba
como algo personal.
Y le gritaba:
-Intimar como viejas amigas.
Unidas. Tu esencia y yo.
Como amigas que se insinúan,
cosas ininsinuables.
Incluso a veces se desnudan
cuerpos indesnudables.
Y no niego que adoran
dioses inadorables.

Y esa indiferencia fingida
por el pobre que lloraba,
me hervía la sangre,
me desquiciaba.

Y yo, que ya no hablaba,
solo le bramaba:
-¿Pero qué coño te apetece entonces?

Él dejó de llorar,
y mirándome a los ojos del alma,
disertó:
-Me apeteces tú.
Y en secreto, pero gritando
te diría, sin decírtelo
que te deseo.
Me apetece…
¿Qué me apetece?
Respirar el aire que tú respiras.
Me apetece no querer delirar si no es contigo,
No pienso en divagar si no es contigo
No creo en el amor si no es contigo
Ya no puedo no llorar si no es contigo.

Y yo desaparecí.
Ya me podía morir en paz,
al fin y al cabo era un funeral.





No hay comentarios:

Publicar un comentario