martes, 22 de diciembre de 2009

Detrás mío





Te dejé la maleta preparada,
con sus chalecos de cristal,
y sus milongas aguardientes
de cuerito y de percal.

Tenías cara de póker
y sacos de excusas,
mejillas heladas
y caricias difusas.

Los labios cortados.
Y curtidos.
Curtidos por la nieve,
por el frío, por el sol
y por los besos en relieve.

Perdóname.
Perdona a la miopía de mis deseos,
y al vaivén provocador de algunos taconeos.
Perdona a los versos que no eran para ti,
perdona al aliento de tabaco de alhelí.
No les tengas rencor a mi alas
que a ti, mi amor, no te encajan.
Perdona a la locura vespertina
y a la pasión mal dirigida.
Perdona a los gemidos de mi herida
y a la razón del corazón tan travestida.
Perdona a algún rayo
y a algún trueno.
Pero sobretodo,
perdona si me pasé con el veneno.

Corazón, ya has descubierto
que no hay perlas
en las conchas de las plebeyas.

Ojalá quisiera concentrarte
en la medula ósea de las nubes,
esparcir tus saberes
por las carreteras de mis pubes.
Pero no quiero.

Hoy las flores bailan para ti, mi vida.

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