jueves, 31 de diciembre de 2009

Je t'adore pérfido.




No hay nada que hacer,
cuando el alma tiene ganas de vomitar
y restos de soda en los zapatos.
Cuando la piel empieza a ayunar
y es suave sólo a ratos.
Cuando el delito tirita
y se entrega, sulfuroso, a los estratos.

No hay nada que hacer,
son frenéticas las luces
del no puede ser,
pero así ha sido.
Te lo dice la loca
del corazón abstraído.

Huyamos de las abejas
y del amor putrefacto.
Me enamoré del tramoyista
durante el entreacto.
Me encandiló
con sus frustraciones de estrella
y su cerebro compacto.

No hay nada que hacer
si se desdibuja por tristeza, el horizonte,
si se apagan lentamente las luces embarradas
de los rincones desastrosos del desmonte.
O si el fuego quema al agua
y el agua quiebra el cielo
y el viento rompe el hielo.
No hay nada que hacer

Alargar y sentir,
¿para qué definir?

Son más cálidos los mares del oeste
que tus manos en mi ombligo,
cuando las camas son de piedra
y tus ojos, mi castigo.

No hay nada que hacer
cuando se cierran las puertas del Edén,
has entrado sin permiso al paraíso.
No hay nada que hacer
cuando se hace cuenta nueva
y luego borrón.
No hay nada que hacer
cuando la suerte sufre
de un infarto al corazón.

Me añoras,
me amas y me odias.
¿Será que es culpa mía
que tu nuevo amor
luzca mal la lencería?

Mira que decía la hija de Dios,
que besó, sin querer, al diablo bizcuerno:
-Si esto es pecar,
yo me voy contigo, al infierno.

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