jueves, 2 de septiembre de 2010

Metamorfosis callejera


Tócame las llantas de aleación mientras las cabelleras caoba flotan en el vacío sin cara y sin ideas. No te gires pero lo cósmico y lo terrenal se están casando por lo civil después de tres horas de noviazgo. Y las curvas mienten, las curvas son mentirosas, las asonancias melódicas son armonía, sólo queda un niño bueno, dos terremotos y tres fin del mundo.

Mira allá rebuscando en los escombros está el hombre cuya cara decora las farolas coronando la palabra desaparecido. Se le ve bien. Feliz entre escarolas , un poco más delgado que en la foto de archivo. No seré yo quien le arranque de su cosmos, quien esquile su afán por sobrevivir a base de piel de patata, de piel despellejada que algún día fue carne. Fíjate en su tez, en sus heridas de guerra haciendo acto de presencia en su rostro arrastrado, en su rostro sereno.


Se marcha, así como vino (vino tinto) , aparecido entre sus desapariciones, como un espectro urbano cabalgando sobre ideales echados a perder por un cúmulo de casualidades. Su ausencia nos deja fríos, pero acechantes, perezosos pero tercos en nuestra desgana, con la certeza de que algún día seremos aves sobrevolando Ginebra o en el peor de los casos gusanos sobrevolando París en el pico de las aves migratorias que nunca tendremos el valor de desear ser.

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