lunes, 13 de septiembre de 2010

Planetariamente hablando




Maravilloso, maravilloso este ambiente tercamente pasivo tal cual naturaleza ni siquiera muerta, más bien moribunda, maravilloso este vacío de boca desdentada, de vestido amarillo que resbala por unas magníficas caderas estériles, manidas por las yemas de los dioses. Desternillantes ideas de vanguardia colectiva, de psicosis de andar por casa. ¿Quién nos verá desafiar a las tostadoras, a la lectura rápida y a la memoria fotográfica? ¿Quién velará nuestra conducción temeraria por los anillos de Saturno?

Busca en mi intestino las pieles que huelen a orégano y mi doctorado en desencantos. Qué gravedad tan leve, que levedad tan grave, y así.
Nuestra existencia es un pseudónimo de algo, de alguien, no sé, no me preguntes, yo sólo observo, digiero, descarto y plasmo, no hay más. Desprenderse es comprenderse, liberarse, mutilarse concienzudamente para un fin superior, dejar nuestras cabezas perfiladas debajo del felpudo y salir de la carcasa epidérmica que nos hace bellos, o amorfos en algunos casos. Empaparse de barro y asesinar a nuestro prójimo a base de besos con lengua. Mentir a los nietos de nuestros amigos sobre ese tiempo intermedio que hay entre el pasado y el presente, como buenas felatrices divagar mientras le sostenemos el whisky a nuestro gato persa. Enferma. Así me siento cuando intentan curarme de mi presunto mal. Enferma.

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