viernes, 1 de octubre de 2010

Fonéticamente es bello, tiene gancho, mortifica.


Mira como me muerdo las llagas de la boca con fervor religioso. Moriré al igual que tú, mi carcasa quedará inerte sobre la tez de un hombre inmune al raciocinio. Me quitaré el disfraz de mujer y seré alma, aire en el aire. Mi cuerpo irá a parar al contenedor de materia orgánica junto a un par de abortos y tres colillas. El tiempo, las larvas y el rigor mortis harán acto de presencia impresentable en las cuencas de mis ojos. La muerte no es estática pero sí infinitamente estética, sobre eso y no por eso, escribiré un epitafio digno de olvidar. Porque en estos tiempos que se arrastran como viboritas, hasta para ser olvidado hay que hacer méritos. Un pircing enquistado en el ombligo será la bandera de mi nueva revolución, un buen grito de guerra para comenzar a luchar por ninguna causa concreta, sólo por el placer primitivo de estar muy cansada a la hora de dormir.
Evolución , (H)edor, Epicureísmo

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