miércoles, 13 de enero de 2010

La república del monarca anarquista





Que salgan los pezones de sus escondites
que las almas vuelen
y que los cuerdos agonicen.
Que la pasión y la razón se batan a duelo.
Que los corazones tiriten de frío
y que se fundan las palabras de caramelo.

Qué dolor,
cuando en la mente hay parches
y en el espíritu, puntos de sutura.
Ya se sabe que no hay amor
si no hay locura.

Es mejor,
captar la esencia de lo etéreo
vomitar la realidad de nuestros sueños
y venerar por un momento a los amores venéreos.
Es que el fuego solo quema, en el fondo de los cielos.

Es peor,
arañar los arañazos del azar,
que es caprichoso,
retener los impulsos asesinos
en vasitos de cristal,
que es atroz, pero es jugoso.

Qué furor
el preguntarse,
¿no estará el mar mareado?
Y olvidar no es más que recordar
lo que nunca nos ha pasado.

Da candor
tener muy claro que
la memoria es traicionera
y el desdén es desdeñoso.
La dignidad es usurera
y el desamor es trabajoso

Hay tantos retales de cicatrices convalecientes
que ya no sé dónde meterlos, sin dañar sensibilidades.
Los guardaba en versos de ojos transparentes
al lado de las lágrimas pegajosas de las deidades.
Colecciono también,
noches de nadas en el todo
y de todos en las lagunas de las nadas
Tartas de silencios pasionales
que no es lo mismo que pasiones silenciadas.

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