lunes, 18 de enero de 2010

Yo también me temería





Te alejas tan despacio que me impaciento. Vete de una vez para poder llorar tranquila, entre telas de telón y manchas eclécticas de pintura acrílica.
Con mucha concentración consigo que te desdibujes a lo lejos, poco a poco te diluyes entre las motas de polvo, y tu esencia se mezcla con los sudores caducados que algún día nos pertenecieron. Hago que tu ropa se vaya volando a los brazos de cualquier tendal vulgar y te quedas ahí. Desnudo, auténtico. Tus rasgos comienzan a batirse unos con otros, jugosos. Los detalles de tu fisionomía se entretejen, se fusionan, se transforman en un manto de terciopelo blanco. Y desapareces un poco.Pero no del todo porque queda tu perfil redondeado. Qué bonito. Es tan frágil, tan absurdo, tan imantado, tan azul. E intento desdibujar tu perfil también, pero soy incapaz. Una mano divina te ha cosido al horizonte, ha bordado tu negativo a lo lejos. Y yo me desespero a ratos, disimuladamente y con esmero. No hay que perder la elegancia ni tan sólo a la hora de desesperarse. De repente la resignación cae del infierno como una losa, y sus trocitos ciegan a todos los soñadores que observan atentamente la escena.Entonces me quedo sola, sin soñadores a mi alrededor que alienten mis deseos de desdibujarte. Y algo me desgarra por dentro, pero sin perder la compostura sigo con mi ardua tarea y me concentro. Me concentro tanto, tanto que algo explota y mierda! Apareces a mi lado otra vez. Tantísimo tiempo atemporal perdido en conseguir que te marchases! Y aquí estás, mirándome de reojo como a ti te gusta. ¿Qué? ¿Qué me quieres decir? Acércate que no te oigo. ¿Qué? Grita más!! Y te acercas más y gritas y empiezas a hablar tan rápidamente que yo sólo consigo entender:
-Quiéreme incluso después de sobrepasar los límites del dolor. Porque el amor duele dulce. Pero duele.
Después te quedas mudo de golpe, y ahí, ahí ya me mataste, corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario